5/7/09

El extraño caso de la niña que no envejece

Brooke Greenberg es una niña de 16 años muy especial. Nació el 8 de enero de 1993 pero actúa y luce como una beba de 6 u 8 meses. Brooke no habla, necesita atención constante, mide apenas 70 centímetros y no puede alimentarse sin ayuda. Los médicos no pueden explicar su extraña condición y se sabe que hay algo muy extraño en el ADN de Brooke, algo que podría contener el secreto de la eterna juventud

Brooke Greenberg nació en enero de 1993, a las 36 semanas de gestación y con un peso de 1,84 kg, y es la tercera de las cuatro hijas del matrimonio. La pequeña tuvo un parto relativamente normal y, a pesar de que tuvo que ser operada para corregir una dislocación en su cadera, todo parecía ir bien en ella. Sin embargo, rápidamente se descubrió que no era así. Sus padres, Howard y Melanie, observaron desconcertados que su hija no crecía. Pasaban las semanas y Brooke seguía siendo la misma beba de siempre. Asustados, los padres de Brooke comenzaron a consultar a especialistas (endocrinólogos, principalmente) pero nadie pudo explicar cuál era el motivo de esta situación.

Han pasado más de 16 años y Brooke sigue teniendo el aspecto de una beba de poco más de 6 meses. No habla, hay que atenderla como si fuese un recién nacido, mide unos 70 centímetros de largo y ni siquiera puede alimentarse de forma normal. De alguna manera, su crecimiento está estancado y nada indica que esto vaya a cambiar en algún momento. Uno podría pensar que -dado que no crece- Brooke no se enferma, ni envejece. Lamentablemente esto no es así. Lo que sea que ocurre con su organismo, no la protege del deterioro físico. A lo largo de esta década y media de vida, la niña ha tenido severos problemas respiratorios, derrames cerebrales, úlceras e incluso un tumor que fue tratado con éxito.











Hasta el momento nada se sabe el origen de esta enfermedad, que ni siquiera tiene nombre ya que no se conocen otros casos parecidos. Los expertos han sido incapaces de encontrar una explicación para la extraña condición de Brooke, aunque el doctor Richard Walker, del Colegio de Medicina de la Universidad del Sur de Florida, sospecha que hay algún pequeño defecto en su ADN, algo que origina todo este desorden en su organismo.

Dejando de lado el drama particular de esta familia, uno puede especular las posibilidades si se lograse determinar exactamente en qué parte del código genético de la niña se encuentra la causa de su casi nulo crecimiento. Si se pudiese separar esta condición, supuestamente genética, no sería raro que encontremos una pista hacia el secreto de la eterna juventud. Si descubriésemos que el gen “X” puede “rediseñarse” para que nuestro reloj biológico avance tan lentamente, quizás podríamos vivir toda nuestra vida luciendo como adolescentes (e, incluso, vivir unos cuantos años más). Alguna clase de terapia genética, quizás utilizando como vector un virus modificado, podría efectuar el cambio en cada una de las células que componen el cuerpo de un adulto, y podría frenar de golpe nuestro normal proceso de envejecimiento. Habría que trabajar duro para evitar todos los efectos colaterales que hoy están minando la salud de la niña de los Greenberg, pero la recompensa bien valdría la pena.

Como sea, estamos bastante lejos de entender qué es lo que pasa en el cuerpo de esta pobre niña, y es muy posible que nunca comprendamos (al menos en un plazo de tiempo razonable) qué mal que la aqueja. Hoy por hoy, los médicos de Brooke no saben cuánto tiempo vivirá, pero están seguros de que, a pesar de que su cuerpo no crece, el deterioro físico (tarde o temprano) acabará con su vida.

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