22/7/09

Transplante de cerebro




Desde 1960 en adelante un doctor norteamericano hizo experimentos más o menos exitosos con monos rhesus a los que intercambió cabezas o agregó —como al horrorizado personaje del cómic— la cabeza de otro mono. Aunque el doctor en cuestión era —y es— un profesional serio y vivió una carrera de décadas salvando cantidad de vidas por medio de la neurocirugía, todavía lleva esa carga: se recuerdan sus experimentos por la faceta monstruosa. Las historias sobre estos episodios son escalofriantes, más por el hecho de que fueron reales.

El doctor era Robert J. White y el lugar donde se hicieron las operaciones el Metrohealth Medical Centre de Cleveland, EE.UU. En marzo de 1970, luego de realizar varias pruebas preliminares, White llevó a cabo el primer transplante de cerebro exitoso sobre un primate, al unir la cabeza de un mono al hombro de otro. Cuando la nueva cabeza despertó, estaba totalmente consciente y con sus funciones nerviosas craneales completas. Podía ver, oír, oler y, seguramente, sentir dolor. Siguió con sus ojos a las personas que se movían por alrededor y, cuando lo tuvo a tiro, intentó morder el dedo de un ayudante. Allí todos aplaudieron.


Pero la cabeza estaba aislada del cuerpo, unida sólo con unos ganchos y suturas externas, y no podía controlar sus funciones motoras, que si bien no están dedicadas al elevado intelecto son primordiales para la vida: las técnicas de esa época no permitían conectar —no se ha logrado aún— la médula espinal con el cerebro. Como es lógico, el experimento duró poco. Uno o dos días.


No fue un experimento en un sótano: los resultados de la investigación fueron publicados en las prestigiosas revistas Science y Nature. Y White se convirtió luego en profesor de neurocirugía en la Case Western Reserve University y director de neurocirugía en el Laboratorio de Investigación del Cerebro del Metrohealth Medical Center de Cleveland, EEUU. Los comentarios de la prensa hablaban del Dr. Frankenstein convertido en una persona de carne y hueso.

Su doctorado en Harvard estuvo conectado con algo llamado hemisferosectomía, que es, en pocas palabras, extraer la mitad del cerebro de un animal cuando éste todavía está vivo. Le hicieron la inevitable pregunta: ¿por qué hace eso? Él respondió que por dos razones: algunos tumores malignos se extienden y, a pesar de haber sido extraídos, renacen en otra parte. Así que, ¿por qué no quitar el hemisferio afectado por completo? Y hay niños que sufren epilepsia incontrolable a poco de nacer y no hay nada en la medicina que pueda funcionar para curarlos. Ocurre que uno de los hemisferios de esos chicos es muy defectuoso y al final, cuando crecen, se les debe extraer casi por completo, aunque esto se hace de a poco, en varias operaciones. Sus experimentos estuvieron dedicados a estudiar si los monos, luego de retirarles la mitad del cerebro, seguían funcionales y conscientes.



De este tema también se escribieron cuentos, como "La muerte del Doctor Isla", de Gene Wolfe, ganador de varios premios de CF. El personaje principal de esa historia es un muchacho al que se le ha cortado el cuerpo calloso, la estructura que conecta la mitad izquierda con la derecha del cerebro. No es un imposible de la ficción: las personas siguen funcionando. El resultado en el comportamiento es muy curioso.

Cuando White recibió el doctorado, su atención se volvió a la posibilidad de remover el cerebro por completo del cráneo y mantenerlo vivo con la correspondiente provisión de sangre (como en Futurama). Ciertamente que las ficciones y películas de la época y posteriores reflejaron estas actividades de la manera más macabra posible. Desde ya que siempre hay ficciones que resaltan, como por ejemplo El cerebro de Donovan, de Curt Siodmak, una novela memorable.


asi treinta años después, el doctor volvió a la carga, apareciendo en ABC News, la famosa New York Times, The Sunday Telegraph Magazine y otros medios para afirmar que ya era tiempo de hacer transplantes de cuerpo completo en seres humanos. White y su equipo perfeccionaron una máquina de perfusión sanguínea que es, de hecho, un corazón mecánico que se puede conectar a las arterias y venas del cuello, aislando la cabeza del cuerpo. Este equipo, que permitiría hacer los transplantes en humanos sin riesgo de daño cerebral a causa del tiempo que toma la operación, en realidad fue diseñado para solucionar emergencias médicas, como paros cardíacos en medio de operaciones, por ejemplo.

El laboratorio del doctor White ocupaba un piso entero en el Metrohealth Centre de Cleveland. Desde su retiro en 1998, la mayor parte se ha cerrado. Dos recintos accesorios funcionan como depósito y, de hecho, como un museo aún sin catalogar. Allí se pueden encontrar instrumentos médicos, mesas de operación, diagramas anatómicos y misceláneas como la máquina de perfusión y algunos cerebros flotando en formol dentro de un frasco. Para algunos científicos, el lugar debería convertirse en una especie de santuario de la ciencia, pero para los enemigos de White es una exhibición de atrocidades, uno de los peores lugares en el planeta.

Los conflictos de White con los activistas de los derechos animales comenzaron en los 60, cuando se publicó un informe de sus investigaciones en Look, una de las revistas más populares de los Estados Unidos. La periodista Oriana Fallaci fue testigo de una de las operaciones. Ella humanizó al mono poniéndole un nombre. Y le preguntó a White si pensaba que esos monos tenían un alma y si éstas irían al paraíso. El artículo causó sensación y seguramente ayudó a unir los diversos grupos aislados que se convirtieron en PETA - People for the Ethical Treatment of Animals (Gente por el Tratamiento Ético de los Animales), un grupo de presión americano muy grande e influyente. Pero la peor parte de la protesta comenzó luego un artículo del Dr. White en Reader Digest, en 1985. Le mandaron centenares de cartas fotocopiadas, alguien se metió en el hospital para hacerle daño, aunque fue detenido por la policía, destruyeron un laboratorio de un colegio médico que pensaban era de él, tuvo que presentarse a interrogatorios del FBI y el Servicio Secreto, debieron poner policías a custodiar su casa y a acompañarlo como guardaespaldas, llamaban por teléfono a su casa y le decían cosas horribles a sus cuatro hijas. En los sitios de defensa de los animales, White está catalogado como un "Adicto a la vivisección". Durante un banquete que se hizo en su honor, la calle de acceso fue cortada por manifestantes disfrazados de mono.


"Al final", dice, "siempre vuelvo al mismo concepto básico: la preservación del cerebro, la mente y el alma. A pesar de las limitaciones físicas, parece no haber limitaciones mentales si uno está funcionando con sólo los nervios craneales. Observen al profesor Stephen Hawking. Él es capaz de influir en la matemática, física y astronomía del mundo entero y él es —a mí no me gusta el término, pero mucho gente lo usa— 'una cabeza en una computadora'. La gente dice 'No sé dónde está la persona, si en el cuerpo o en la cabeza'. Bueno, hablen con Stephen Hawking. Lean sus libros. Él quizás no es muy afecto a cosas como las almas y espíritus, pero para mí su alma está intacta allí. Aquí hay un escenario que el mundo debe considerar: teniendo en cuenta el magnífico cerebro del profesor Hawking y sus magníficos estudios, ¿no se justificaría darle un nuevo cuerpo? Yo creo que si se hiciera una encuesta la mayoría de la gente diría que sí."

Hoy, 23 años después, las técnicas aún no permiten conectar la médula espinal con el cerebro.

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